La Filmoteca del Terrario

martes, 10 de enero de 2012

LA SEMANA MÁS LARGA (2/1/12- 8/1/12)

OPERACIÓN DRAGÓN (Enter The Dragon, Robert Clouse, 1973) Las puertas de Hollywood se abrieron para Oriente en general y el cine de artes marciales en particular con la “entrada del Dragón” Bruce Lee en la película que le convirtió en mito del siglo XX. Con una trama a lo James Bond y con el blanco John Saxon y Jim “Cinturón Negro” Kelly para asegurarse así Warner la rentabilidad de la operación, la fuerza de la película son las hostias, frases contundentes (ojo a la clase al pobre chavalillo: “No pienses…¡siente!”), la banda sonora “patachula funky” de Lalo Schifrin el y carisma de su estrella en una retahíla de momentos cumbre que culminan con el homenaje a La Dama de Shanghai y que sostienen lo que podía haber sido una película de pura rutina. Calificada sin temor de Ciudadano Kane del género y con presencias legendarias de astros de las artes marciales como Bob Wall o Bolo Yeung, los “hijos” surgidos a raíz del éxito del film son incontables. Uno de ellos, Contacto Sangriento (el mejor de todos ellos), tendría no pocos vínculos en común Bolo Yeung aparte: “La tabla no devuelve golpes”.


300 (Zack Snyder, 2006) A favor de la cinta hay que decir que no comienza nada mal y que Zack Snyder no es un patán absoluto tras las cámaras. Si algo bueno tienen las películas que vi de él es que las escenas de acción pueden seguirse sin problemas y no tiene la tentación de montar 10.000 planos por segundo, que es la tentación supina de los manazas entrenados en las escuelas del videoclip a lo Michael Bay. Es de agradecer que haya sangre y vísceras, aunque sea una sangre digitalizada en exceso y hasta pechos, femeninos y masculinos. Lo malo todo eso no compensa las graves deficiencias de la película. A partir de la aparición de Leónidas (Gerard Butler y su barba) y de los restantes 299 culturistas, la película acaba haciéndose francamente insípida, alargada innecesariamente para lo que cuenta (toda la subtrama con la esposa), repleta de frases de epicismo del “todo a 1 euro” grandilocuentemente vacías y pensadas para que la juventud salga del cine citándolas verbatim y una sensación final de aburrimiento generalizado. Estilo visual frío y sobrecargado con toneladas de infografía que acaba devorando la película y del que se pueden rescatar planos aislados y poco más. Mucho ruido y pocas nueces para uno de los casos de hype condenados al olvido salvo en notas a pie de página más elevados que se recuerden y que sirvió para confirmar esa frase de que “En el país de los ciegos que es Hollywood, el tuerto es el rey”


PENTATHLON (Bruce Malmuth, 1994) Al bueno de Adolfo Lundgren le prometieron un presupuesto muy diferente del que finalmente se le ofreció para el rodaje de la película y acabó derecha al VHS en casi todo el mundo menos en España, donde acabó en cines. Historia de pentatleta alemán que huye a U.S.A. tras ganar el Oro Olímpico de Seúl 88 tras negarse a someterse a dopajes varios y que toca fondo en Los Angeles desentrenado, maldiciendo a todos y trabajando como camarero (ver a Dolph impotente cuando tres chavales de ghetto se burlan de él sin que éste pueda atraparles es impagable) para resurgir como el ave fénix entrenándose con su jefe de barra y listo para ganarse un puesto en las olimpiadas de Atlanta 96. Claro que no contaba con que su ex - entrenador neonazi le encuentre y quiera acabar con él. Pese a que las carencias de presupuesto hicieron mella en la cinta, ésta se deja ver gracias a la artesanía tras las cámaras de Bruce Malmuth (Difícil de Matar, encargado de enchufar la cámara para el jefe Stallone en Halcones de la Noche), el aire a serie B de acción de Guerra Fría de videoclub que respira y las escenas de Dolph en las últimas…aunque para estar su personaje desentrenado éste siga contando con la misma musculatura que cuando fue a Seúl. Anécdota: Dolph se entrenó con el equipo americano de Pentatlón para preparar su rol y acabó de líder del mismo en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Como en el cine mismo.


DAME UN POCO DE AMOOOR! (José María Forqué, 1968) Un clásico del cine pop español de finales de los 60 con Mike Kennedy y compañía enfrentados (entre canción y canción) a un doctor a lo Fu-Manchú y a un maléfico francés con la inestimable ayuda de Tip y Coll como agentes y la hija del siniestro doctor, Shao-Ling. Combinando videoclips con esta trama de tebeo puro (en una escena con el cantante en el hospital aparecen hasta bocadillos de cómic), José María Forqué logró una entrañable cinta célebre por el final con animación revolucionaria de Francisco Macián en el que la imagen real quedaba convertida en dibujos animados, técnica después popularizada por Ralph Bakshi en su adaptación de El Señor de los Anillos. Los temas de Los Bravos siguen sonando estupendamente, Forqué se imbuye de psicodelia y pop-art y el resultado es simpatiquísimo, aunque uno prefiera dentro del género aquel Un, Dos, Tres al Escondite Inglés de Iván Zulueta que bien se merece una edición en DVD/Blu Ray decente.


MUERTOS DE RISA (Álex de la Iglesia, 1999) Confundida por muchos espectadores como una comedieta más tras ver al dúo protagonista, en realidad es la triste historia cargada de humor negro de dos personas condenadas a aguantarse hasta la muerte y más allá. Basada en anécdotas reales de dúos cómicos hispanos, gana mucho con la revisión a toro pasado, aunque la sensación que queda es de oportunidad desaprovechada por culpa de ciertas actuaciones equivocadas (Carla Hidalgo de indudable pechonalidad bien explotada por el director), gags burdos (Nino en las Olimpiadas, por muy bien metido que esté el recurso a lo Forrest Gump de meter a personajes de ficción en la realidad; el momento “hombre elefante” de Nino cuando se lo llevan arrestado) y altibajos de ritmo. Pero la labor de los secundarios como Eduardo Gómez como “el Pobre Tino”, Álex Angulo de manager o María Asquerino de “mamá Bates”, la soberbia banda sonora de Roque Baños, la mirada al mismo tiempo nostálgica y de mala leche de su director hacia tiempos pasados, la gran factura técnica de la cinta y la antológica y lúcida frase “esto del humor no tiene ni puta gracia” acaban ayudando a ver la botella medio llena al final de la película…aunque uno acabe sin saber qué hacía Cristo en un 600.

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