La Filmoteca del Terrario

lunes, 2 de enero de 2012

LA SEMANA MÁS LARGA (26/12-1/1/12)

LOS VIKINGOS (The Vikings, Richard Fleischer, 1958) Mucho antes del CGI, la pantalla azul y el ordenador, el cine de aventuras se rodaba a la vieja usanza: Localizaciones en exteriores, héroes viriles, sentido del “sense of wonder”, artesanía, barcos y extras “de verdad” y dinero bien invertido en fotografía, decorados, vestuario, etc. “Los Vikingos” es una de las cimas de ese cine que difícilmente volverá, con una fotografía sobresaliente de Jack Cardiff en exteriores noruegos, un trío masculino en estado de gracia (Janet Leigh es un bello adorno...y ya), una simple pero magnífica banda sonora de Mario Nascimbene e innumerables momentos memorables para escoger (mi favorito entre batallas, halcones que dejan tuertos a la estrella, brujas, asaltos a castillos caminatas entre palas de barco y jaurías de lobos es el epílogo rumbo al Valhalla con el sol de medianoche, luego fusilado en la cosa aquella de Richard Gere como Lancelot). Hecha casi casi al alimón entre el protagonista y productor Issur Danielovitch Demsky y Richard Fleischer, ideal para quienes seguimos siendo críos pese a todo.


COMPORTAMIENTO PERTURBADO (Disturbing Behaviour, David Nutter, 1998) La Invasión de los Ladrones de Cuerpos/ The Stepford Wives para nengs de la era “Scream”. Empezó siendo una película sobre conspiraciones al más puro estilo Expediente X (su director David Nutter dirigió varios capítulos de la serie) pero las chapuzas en el montaje por parte de la MGM la convirtieron en lo que nos ocupa: una más bien sosa y desangelada cinta que empieza bien exponiendo a los personajes, sobre todo Nick Stahl presentando al inexpresivo Marsden a los grupitos en los que se divide el instituto (los duros, los nerds, los “estudiantes sospechosamente perfectos”) pero pronto el déja vu y el progresivo desinterés acaban malogrando la idea. Más que a la juventud, uno prefiere echar un vistazo a los veteranos: Bruce Greenwood de villano, un William Sadler quasimodesco y el bueno de Steve Railsback añorando los tiempos en que veía a Mathilda May en pelotas en Lifeforce (El “Star Wars de los ochenta” decían Golan y Globus en la publicidad. Jojojo).

AGÁCHATE, MALDITO (Giú la Testa, Sergio Leone, 1971) Para muchos, “la peor” de Sergio Leone y es comprensible. Sin embargo, aunque quede a considerable distancia de sus hitos anteriores, tiene un buen número de set-pieces que compensan sus defectos: Juan (un inadecuado Rod Steiger en un papel en principio pensado para Eli Wallach) siendo humillado y atracando un carruaje de ricachones racistas, la presentación del revolucionario del IRA que encarna un gran James Coburn, el dúo estelar acabando con todo un ejército y volando por los aires un puente, los fusilamientos “goyescos”, algunas de las explosiones más contundentes jamás vistas, los trucajes con maquetas de trenes volando por los aires cortesía de Antonio Margheriti, un villano como sacado de las mejores películas sobre nazis (lo que permitió más de una lectura política, aparte de las revolucionarias), Steiger y su terrorífico descubrimiento en la gruta, una banda sonora sorprendente y hermosa de Morricone y el progresivo descenso desde la óptica cómica del principio hasta el trágico final nocturno, que prefigura Érase una Vez en América sustituyendo el opio con el que De Niro ensoñaba con un canuto con el que uno de los dos protagonistas se verá en el cielo con sus dos seres más queridos.


DRIVE (Nicolas Winding Refn, 2011) El Michael Mann más ochentero y el Walter Hill de The Driver han tenido un hijo y las gotitas del semen estaban impregandas de Tangerine Dream, Giorgio Moroder con los sintetizadores renovados y del espíritu del Vivir y Morir en Los Angeles de William Friedkin. Podría seguir buscando más referentes, pero de momento esos son los más importantes. En la era del CGI, del cine "neng", de los diosecillos entronizados de efímero reinado y de la falta de alma en el cine, llega un danés gafotas que, bebiendo de ricas y buenas fuentes (referidas con ironía por el personaje de Albert Brooks cuando recuerda su pasado de productor de cine de acción "arty"), no se propone reinventar argumentalmente el género, sino hacer un ejercicio de estilo sobre sustancia recordando ese tipo de cine...mientras logra el milagro de que parezca algo absolutamente novedoso.
 
Y ahí es donde entra el ESTILO. Un estilo del tamaño de la Catedral de Santiago donde una fotografía de Newton Thomas Siegel inundada de neón, iluminación azulada nocturna prodigiosa y gusto estético, una banda sonora hipnótica cortesía de Cliff Martinez y el grupo Kavinsky con los referentes arriba enunciados, un impecable montaje de Matthew Newman de una claridad impecable y un sonido digno de estudio (ejemplo claro: el atraco con Standard, la espera en el coche cronómetro en mano, el silencio y...el disparo. ¡Qué bote en la sala!) se unen para atrapar al espectador.
 
Qué curioso que, no siendo éste un film de acción típico "a lo Bruckheimer", acabe conteniendo las mejores escenas de "tiros, hostias y persecuciones" vistas en mucho tiempo. Da igual que sean breves: Por fin escenas de coches a toda hostia, embistiéndose y dándo vueltas de campana sin trampas, trucos ni cartones, aparentemente: Habría, en todo caso que pillar el Blu-Ray (compra justificadísima en este formato para poder apreciar el trabajo hecho en el film) para comprobarlo. Por fin escenas de disparos contundentes, de purito gore (porque aquí la sangre corre...y mucho. Y con tajadas que "no duelen"). Aviso para mentes políticamente correctas: de las hostias no se libran ni las "víbroras".
 
Un reparto magnífico con Brooks, Ron Perlman, Oscar Isaac de maridito y que, por fortuna, evita los clichés que su personaje ofrecía (celos y enfrentamiento con el conductor y tal), una deliciosa Carey Mulligan, la ciudad de Los Angeles, el mondadientes y los coches que encabeza un Ryan Gosling carismático a rabiar como "hombre sin nombre" del Siglo XXI ayuda a redondear la historia de un solitario del que poco sabemos en busca de un hogar, el "calor humano" y que encuentra su efímera felicidad en una chica y su hijo. Suya es, por cierto, la escena del año: ella, una bofetada, un ascensor, un matón, un estrechamiento de manos, un beso al ralentí (que aprenda otra gente cómo se usa este recurso como Dios, Buda, Alá o Seagal manda), una llave, un aplastamiento de cabeza vía "patapum p'abajo", un ascensor que se abre, un cruce de miradas, la bestia, la bella. Ella.




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