EL AULLIDO DEL DIABLO (Paul Naschy, 1987) Después de una serie de reveses profesionales y personales y con el fantaterror muerto y acabado a mediados de los 80 (Ley Miró, cambio de gustos en el público, etc.), Jacinto Molina/Paul Naschy intentó su “Comeback” en un homenaje a los monstruos clásicos y a sí mismo, criticando de paso a sus detractores. Peleas por la autoría del guión, problemas detrás de las cámaras y una distribución inexistente pasando a emitirse de tapadillo por la tele dejaron hecha polvo a la película. Pese a estar rodada con torpeza, acaba siendo un título simpático por la presencia de Caroline Munro y Howard Vernon, el efectivo maquillaje gracias al cual Naschy repasa a todos los monstruos clásicos, diálogos “whatthefuck” pronunciados en su mayoría por Naschy encarnando al malvado Héctor Doriani, la aparición de “Leatherface” en un sueño de la Munro, los guiños (más bien torpones) al slasher ochentero, el “homenaje” a La Profecía en su final y la evidente sinceridad con la que Naschy abordó la película aún con todo en contra.
CALÍGULA (Fotografía principal de Tinto Brass, escenas adicionales de Bob Guccione y Giancarlo Lui, 1979) Uno de los films-escándalos más célebres de la historia, con un rodaje caótico y una accidentada postproducción donde Tinto Brass, de profesión sus culos, fue despedido por el productor y dueño de Penthouse Bob Guccione, quien añadió de su propia cosecha insertos porno y una escena lésbica entre dos de sus chicas de portada. Reparto de lujo y una dirección artística y vestuario de Danilo Donati impresionante (aunque muchas de sus ideas quedaron en el limbo por peleas con Brass) para un show gore (partos reales incluidos) y porno montado desastrosamente y con un McDowell deliciosamente pasadísimo de rosca. Dos horas y media largas de purito eurotrash que acaban saturando, pero que tiene sus momentos bellos y todo: El uso de las piezas clásicas de Prokofiev y Khachaturian, algunos planos opulentos o Calígula sosteniendo en sus brazos el cadáver de Drusilla (Teresa Ann Savoy). Todo un guilty pleasure poco recomendable para delicados de estómago.
SALÓN KITTY (Tinto Brass, 1976) El pistoletazo de salida a la carrera de Tinto Brass como erotómano de pro y al subgénero de la naziexploitation, junto con Portero de Noche y las andanzas de la “loba” Ilsa. Inspirándose en un historia real, tomando prestado de La Caída de los Dioses de Visconti a la pareja protagonista (Helmut Berger e Ingrid Thulin) y con el diseñador de producción Ken Adam recreando convincentemente la Alemania nazi, Brass rueda una cinta en líneas generales no del todo perfecta (demasiados numeritos musicales y desnudeces que ralentizan la trama), pero con sus momentos a recordar: El casting para reclutar prostitutas 100% entregadas a la causa donde tendrán que participar en una orgía con miembros de las SS y, posteriormente, hacer el amor con enanos, judíos, personas de etnia gitana y deformes; El Triunfo de la Voluntad de Leni Riefehnstal proyectada en el torso de una de las chicas; La belleza de Teresa Ann Savoy; ciertas composiciones visuales de un Brass que empezaba a aficionarse al uso de espejos para las escenas eróticas y la convincente actuación de un Berger arribista. Busquen un cameo del “Presidente” del Saló de Pasolini (otro clásico de las "películas-escándalo" de arte y ensayo) como cliente pasándoselo en grande con un número musical.
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