La Filmoteca del Terrario

domingo, 27 de marzo de 2011

"YO, CRISTINA F.": And you will be queen



En 1978, dos periodistas del semanario sensacionalista de Alemania Stern, Kai Hermmann y Horst Rieck, fueron enviados a cubrir un juicio a un malnacido que pagaba a chicas menores de edad con heroína a cambio de sexo. Una de las testigos en el caso se llamaba Christiane Felscherinow, que con sólo 14 años ya era heroinómana y prostituta. Los dos periodistas deseaban investigar sobre el mundo de la droga y los adolescentes y encontraron en Christiane a la persona clave para escribir un reportaje. En un principio acordaron dos horas de entrevista. Pero viendo que el asunto tenía más cola de lo que en un principio parecía, acabaron citándose con ella durante dos meses para una serie de entrevistas que servirían para una serie de artículos que se publicaron por entregas en el semanario. En vista del éxito de los reportajes, la editorial del semanario decidió publicar un libro con las experiencias de Christiane, que se titularía Christiane F. - Wir Kinder von Bahnhof Zoo (editada en España como Hijos de la Droga y que pueden leer aquí). Fue todo un éxito de ventas por toda Europa y, naturalmente, era cuestión de tiempo que se adaptase al cine. El hombre que se hizo con los derechos de la historia fue Bernd Eichinger, recientemente fallecido. Para dirigirla, contó con un compañero suyo de la facultad de cine, Ulrich (Uli) Edel, que debutaba así como director de largometrajes.


Edel buscó el mayor realismo posible para Yo, Cristina F. y las labores de casting fueron exahustivas a la hora de elegir actores no profesionales que encajasen en los papeles. Christiane recayó en Natja Brunckhorst, de 13 años y sin experiencia en el cine. Detlev, el novio de Christiane, fue asignado a Thomas Haustein. La propia Christiane F. sirvió como asesora en el rodaje, que se efectuó en las mismas zonas que frecuentaba y en lugares poco recomendables de Berlín. Para la banda sonora se consiguió los derechos de las canciones del mismísimo David Bowie, el artista favorito de la propia Christiane y quien incluso accedió a aparecer como "himself" cantando "Station to Station" en las escenas donde Christiane y su pandilla van a verle en concierto. Muy probablemente Bowie estuviera al tanto de las "andanzas" de Christiane en su época berlinesa y, con su aparición y canciones (y experiencias propias con sustancias poco recomendables varias), decidiera apoyar el mensaje de los peligros de la droga que tiene la cinta. Cuando se estrenó en Alemania Occidental el 2 de Abril de 1981, fue el mayor éxito de la historia del cine alemán en su momento, un fenómeno social con miles de chicas vestidas como la protagonista y que adoraban a Detlev y tuvo óptimos resultados por toda Europa. En España se estrenaría casi un año después, el 11 de Enero de 1982. La carrera de Bernd Eichinger como uno de los productores europeos más exitosos de la historia dio comienzo con esta película, Natja Brunckhorst hizo algunas apariciones puntuales en posteriores películas (entre ellas el Querelle de Fassbinder, 1982) para dedicarse en la actualidad a la escritura de guiones y Uli Edel obtuvo grandes dosis de prestigio con Cristina F. y su posterior y no menos sórdida Última Salida a Brooklyn (1989). Lástima que el prestigio lo tirase por la borda con la divertidamente chusca El Cuerpo del Delito (1993), thriller erótico en plena fiebre de Instinto Básico (1992) realizado a menor gloria de Madonna. TV movies en Estados Unidos y películas sin pena ni gloria fueron su pan de cada día hasta que en 2008 estrenó Facción del Ejército Rojo, que le devolvió el favor del público y la crítica.







Decía el escritor Lorenzo Silva en su comentario de Barry Lyndon (1975) para una colección de cine de un periódico que había un método infalible para saber si uno había visto una gran película: Si, tras acabar la proyección, uno se sentía incapaz de articular palabra sobre lo que había visto, entonces acababa de ver una gran película. Esa situación me la produjeron obras tan dispares como Masacre, Ven y Mira (1985), Betty Blue (1986), Apocalypse Now (1979) o la propia Barry Lyndon. Ciertamente fue el caso cuando vi por primera vez Yo, Cristina F. y me volvió a ocurrir revisando la cinta en DVD. Básicamente es un viaje a los infiernos de la droga no apto para todos los estómagos y personas sensibles que no ahorra primeros planos de inyecciones de jeringuillas en las venas de los brazos o en otras partes, vómitos, muertes y rostros cadavéricos de drogadictos reales.


Aunque podríamos considerar Yo, Cristina F. como un drama hiperrealista, la etiqueta de cine de terror tampoco desentonaría, y no solo por esa acertada escena en la que se proyectan La Noche de los Muertos Vivientes (1968) y el Nosferatu de Murnau (1922) en la sala de proyección de la discoteca Sound, estableciendo una macabra metáfora con sus protagonistas. A lo largo de dos horas, vemos a una niña con problemas en su hogar materno (padres separados, hermana menor que se va a vivir con el padre, falta de comunicación con su madre y su nuevo novio) que encuentra en su pandilla una "familia nueva". Salen de marcha, van a conciertos, cometen hurtos, huyen de la policía al ritmo de la versión alemana de "Heroes" de Bowie, acaban sus noches en las azoteas de los edificios para ver amanecer, fuman porros, toman pastillas. El día que Christiane cumple 14 años, empieza su contacto con la heroína, primero esnifándola, después inyectándosela. Poco a poco va convirtiéndose en una zombi real, que para pagar sus hábitos de vida vende su colección preciada de discos de Bowie y después se mete en el mundo de la prostitución, de la misma manera que lo lleva haciendo su novio Detlev. Comienzan las primeras sobredosis, los amigos caídos, los intentos en vano por desengancharse.


Las escenas impactantes van sucediéndose: El paseo por el metro de Berlín con la mirada zombificada de los drogadictos que merodean por allí; Christiane sufriendo una sobredosis en el baño de su casa con su madre intentando entrar; Christiane y Detlev intentando desengancharse y sufriendo las terribles consecuencias del "mono", con Christiane vomitando sobre la cama; Christiane intentando inyectarse heroína en un retrete público cuando aparece por sorpresa otro heroinómano que le roba la jeringa y se inyecta su contenido en el cuello para luego devolversela. Natja Brunckhorst bordó su papel y demostró una madurez mental impresionantes para rodar sus escenas. Lo mismo puede decirse del resto de actores jovenes, de los que poco más se volvió a saber. Todas las escenas están rodadas con una fotografía gris, sucia y realista cortesía de Justus Pankau y el habitual del cine de Wim Wenders Jürgen Jurges que encaja con la dureza de la historia, apoyada también en el efectivo maquillaje del legendario Colin Arthur. Los temas de la etapa berlinesa de Bowie que suenan en discotecas o ambientes sórdidos resultan adecuados, en especial el siniestro instrumental "Sense of Doubt" que suena en los últimos minutos.

Para finalizar, me encantaría poder escribir que la verdadera Christiane F. consiguió salir del infierno, como logró hacer Detlev, hoy en día conductor de autobuses, casado y con hijos. Con la fama del libro y de la película, montó un grupo de música y sacó algunos singles al mercado. Pero mientras escribo esta lineas, tuvo caídas y recaídas en la droga, hasta el punto de que las autoridades quitaron la custodia de su hijo en 2008, que se encuentra hoy en día en un centro de menores. A comienzos de este año fue cacheada en una redada antidroga por la policía alemana mientras merodeaba por los mercados habituales de Berlín. No se encontraron sustancias en su bolso. Así transcurre su vida mientras aparece de cuando en cuando en diarios sensacionalistas y programas de televisión del tipo "qué fue de...".


***Yo, Cristina F. está editada en DVD por Filmax. El post escrito en el anterior blog sigue siendo mi mayor éxito en visitas. Espero haber escrito un post de mejor calidad para rendir justicia a la cinta.***

sábado, 12 de marzo de 2011

"COMO UNA MOTO": El día que el payaso durmió


Como apuntaba Peter Biskind en el excelente libro Moteros Tranquilos, Toros Salvajes, la muerte de John Belushi acabó por echar el cierre a una época de excesos con todo tipo de drogas en Hollywood. Gente que abusaba de la cocaína como Paul Schrader o Robin Williams se dieron cuenta de que "el juego se había acabado" y de que la muerte de Belushi fue una señal muy seria de advertencia para aquellos que aún "vivían en el cuelgue". La mala actuación policial a la hora de investigar la muerte, hasta el punto de no recoger las numerosas drogas que aún quedaban en la habitación del Chateau Marmont y dejando libre a las pocas horas de su detención a Cathy Smith, una ex groupie y camello de poca monta que administró a Belushi la dosis letal de speedball que finiquitaría al orondo cómico, provocó que la familia de Belushi se pusiera en contacto con Bob Woodward. Poca broma a la hora de hablar del periodista más importante de la historia de USA junto con su colega Carl Bernstein tras noquear al presidente Nixon a costa del Watergate. Fue la cuñada de John quien pidió a Woodward que investigase por su cuenta las circunstancias de la muerte. Así, Woodward comenzó a entrevistar entre Nueva York y Los Angeles a familiares y amigos de Belushi. Entre estos últimos, nombres como Dan Aykroyd, Steven Spielberg, Carrie Fisher, John Landis, Robin Williams o Jack Nicholson (Robert De Niro, compañero de farras regadas por polvo blanco y una de las últimas personas que vió con vida a Belushi se negó a ser entrevistado). Pero también consultó a doctores, policías, camellos, camareros y diversa documentación como recetas médicas, informes policiales, correspondencia y demás para escribir el libro que nos ocupa. Buena parte de los familiares y amigos del finado protestaron por la imagen de adicto a las drogas sin control que retrataba en libro en lugar de destacar sus aspectos más positivos.


Hay que advertir que aquel que quiera conocer al Belushi cómico, mejor que recupere sus temporadas en Saturday Night Live o revise sus películas más emblemáticas en DVD. Porque si bien es cierto que el libro describe los gags que le hicieron famoso, Wired (Como una Moto) cuenta básicamente la triste historia de un adicto sin control a las drogas que irremediablemente va a peor avanzando un peldaño más de camino al infierno más absoluto. Y también es la triste historia de Judy Belushi, su mujer desde los tiempos en que era todo un desconocido en Chicago y que siempre estuvo a su lado intentando apartar del mal camino a su marido excepto en los días finales. Todo un recorrido de anécdotas en las que en este post nos centraremos básicamente en su corta carrera en el cine y en donde contemplamos a Belushi como robaescenas consumado en el teatro cómico de Chicago y Nueva York hasta su fichaje por el programa Saturday Night Live (SNL), que poco a poco comenzaba a arrasar en audiencia al mismo tiempo que el reparto y equipo arrasaban con toda la coca posible a su paso (sobre todo Chevy Chase, primera gran estrella del programa) con tal de mantener el vertiginoso ritmo de trabajo. Tras la marcha de Chase, Belushi no tarda en hacerse el amo del show, donde en una ocasión estaba tan drogado que el médico del plató dictaminó que si salía a escena en ese estado había un 50 % de posibilidades de que muriera en antena. El productor Lorne Michaels se arriesgó y nada pasó, aunque era evidente el mal estado de John aquella noche. Con sketches legendarios como el del samurái, actuaciones musicales vestido de abeja (gag que odiaba) y con sus imitaciones de Joe Cocker, Elizabeth Taylor, el Capitán Kirk o Henry Kissinger, no tardaría en irse a Hollywood, donde empieza con mal pie en el western dirigido por Jack Nicholson Camino del Sur (1978), en el que se peleó con el productor Harry Schneider, su papel fue recortado sensiblemente en la sala de montaje y le pagaron en calderilla. Un muy encocado Belushi juraría en una de sus salidas nocturnas que rompería la cara a Nicholson por tratarlo como a un novato. La cosa no pasó a más (alguna que otra vez fue a casa de Jack para pedirle consejos sobre porcentajes sobre los beneficios de una película) y pronto lograría triunfar en el cine.


Al poco de estrenarse Desmadre a la Americana (1978) de John Landis, los universitarios de todo USA se enfrascaban en guerras de comida o celebraban fiestas "toga" en honor a Bluto Blutarsky, el personaje bestia que elevó a la categoría de mito a Belushi y gracias al cual la cinta fue una de las comedias más taquilleras de la historia del cine. El álbum de los personajes de SNL y creación suya y de su íntimo amigo Dan Aykroyd, los Blues Brothers, fue número 1 en ventas. Y SNL era número 1 en audiencia. Belushi era grande. Como lo iban siendo sus fiestas donde aspiraba con asustadora celeridad lineas enteras de coca a lo largo de un espejo. A pesar de ser conocido por la fisicidad de su comedia, Belushi quiso probar fortuna con un papel alejado de lo habitual. En Old Boyfriends (1979) encarnó a uno de los novios de la psiquiatra encarnada por Talia Shire en su primer papel como protagonista absoluta. La cinta fue vista y no vista en las carteleras mientras Spielberg daba los últimos toques en la postproducción a una comedia loca sobre la paranoia que reinaba en USA con el ataque a Pearl Harbour en donde logró los servicios de Aykroyd & Belushi. 1941 (1979) fue un rodaje complicado donde a Spielberg le dieron todo el dinero del mundo para gastar y en el que buena parte del equipo técnico y artístico "aliviaba tensiones" con drogas. Sobre todo Belushi y su compañero de reparto Treat Williams. Incluso Spielberg tuvo que llamarle la atención por sus tardanzas habituales en el set de rodaje. El día del estreno Spielberg no se presentó y se escaqueó a Hawai, convencido de que la cara comedia iba a ser un fiasco. Acertó.


Y tras el despilfarro de dinero Spielbergiano, Aykroyd & Belushi abandonaron SNL para meterse en otro fregado no menos caro: Granujas a Todo Ritmo (The Blues Brothers) (1980), adaptación cinematográfica de las andanzas de los hermanos Jolliet Jake y Elwood Blues. John Landis se fundió gran parte del presupuesto en espectaculares persecuciones y el rodaje se retrasó lo suyo (afirman las malas lenguas que Landis hizo una apuesta con su por aquel entonces amigo Spielberg para ver quién de los dos gastaba más dinero en sus respectivas comedias). Parte de estos retrasos tuvieron que ver con las adicciones de John, al que Landis acudió a ver a su roulotte hecho un basilisco .El cuadro de basura, drogas y el estado abotargado de Belushi bastaron para que Landis tirase por el retrete la cocaína de su estrella, que se volvió iracunda contra el más bien esmirriado director. Bastó un puñetazo de Landis para poner en su sitio a John, arrepentido al poco tiempo de su conducta. El presupuesto llegó a casi 30 millones de dólares, toda una fortuna para la época, y las críticas fueron demoledoras. No fue un fracaso económico pero se esperó mucho más de la película, aunque con las ventas en VHS y DVD y pases televisivos se convirtió en un éxito más apreciado en años venideros. Para que Belushi estuviera en buen estado en vistas a la agotadora gira de la Blues Brothers Band se contrató a un "guardaespaldas" especializado en proteger a estrellas del rock de las tentaciones de rayas y papelinas, Smokey Wendell, todo un experto en requisar la droga que los camellos iban dejando a John, bien fuera en retretes o en sobrecillos. Belushi se desesperó, pero estuvo sobrio e incluso dió un discurso anti-cocaína a los miembros de la banda antes de empezar los conciertos, saldados con éxito. 


Con todo, Belushi deseaba fervientemente alejarse del personaje de Bluto y para su siguiente película apostaría por el género de la comedia romántica siendo emparejado con Blair Brown para el remedo del cine de Spencer Tracy y Katharine Hepburn Continental Divide (1981). El director era Michael Apted, que sustituía a un Spielberg que había especulado con dirigirla pero que se limitó a ser productor ejecutivo. El guión de un emergente Lawrence Kasdan prometía mucho sobre el papel. Pero cuando llegó el momento de rodar, no había química entre Brown y un Belushi al que el campeón de karate Bill "Superfoot" Wallace había logrado hacer perder kilitos por aquello de ser creíble como galán romántico. La taquilla fue por debajo de lo esperado. Peor fueron las cosas en su reencuentro con Dan Aykroyd en Mis Locos Vecinos (1981). Describir el infierno de ese rodaje llevaría mucho tiempo para escrbir todo lo que pasó. Sólo apuntar que un Belushi cada vez más enfarlopado y enajenado se pasaba el rodaje discutiendo con el director John G. Avildsen porque, según Belushi, no tenía ni idea de comedia (lo más suave que le dijo en una conversación telefónica regada con insultos fue "mierda de chupapollas") y que, en plena fiebre punk en Los Angeles y obsesionado por esa música, se empeño en que en los créditos finales de la película se incluyese una canción bestia del grupo Fear, amigos de Belushi a los que el cómico les consiguió una actuación accidentada en SNL. El numerito de Belushi en el despacho del director musical de Columbia cuando le dijo que eso no era posible fue de los que hacen época. Tiempos aquellos en que tuvo a un conductor de limusina llevándolo las 24 horas del día de tugurio en tugurio sin permitirle dormir ni comer, dándole, eso sí, unas gafas de sol como única recompensa. Mis Locos Vecinos fue salvada como buenamente se pudo gracias al presidente de Columbia Frank Price, cuya estrategia de "recaudarlo todo lo que podamos el primer finde antes de que la gente vaya diciendo por ahí lo mala que es la peli" sigue siendo admirada por aquellos que sobrevivieron al rodaje y postproducción.


Para cuando Belushi recibió el guión de Sweet Deception, una comedia ambientada en una competición de vinos en Nueva York y que homenajeaba a Con la Muerte en los Talones (1959), ya estaba pisando el acelerador a tope y sin un Smokey Wendell que le parase los pies. Cada vez con peor reputación por Hollywood por su actitud agresiva hacia los mandamases de los estudios en reuniones y cenas varias, logró convencer a la Paramount de la viabilidad de Sweet Deception. Eso sí, había que pulir bastante el guión. Y Belushi creyó que lo tendría listo en poco tiempo con la ayuda del guionista de SNL y ocasional actor Don Novello. Visitando viñedos en la zona de Napa para documentarse y retirándose al Chateau Marmont para la reescritura, Noble Rot, que así se retituló el guión, sería un proyecto controlado enteramente por Belushi sin interferencias de un Hollywood del que empezaba a estar harto. Pero California era un lugar peligroso para la salud de John con las múltiples tentaciones que se ofrecen a las estrellas. Pasando más tiempo en la Mansión Playboy y en las discotecas de moda que delante de la maquina de escribir, Belushi vivió en el cuelgue durante los comienzos de 1982. Paramount echó pestes del guión de Noble Rot (pueden leerlo aquí si quieren; dicen que no es tan malo como su reputación indica, aunque sí que necesitaba una reescritura) y pidió a Belushi que rodase una comedieta basada en un popular libro de educación sexual llamado The Joy of Sex, que supondría el debut en la dirección de la actriz televisiva y amiga de Belushi Penny Marshall. El cómico echa pestes del guión, para el que en algunas secuencias tendría que disfrazarse de bebé, pero parece que finalmente acabará aceptando. 


Pero el 1 de Marzo es cuando conoce a Cathy Smith y la tentación de la heroína. Atraído por la droga, pide a Smith que le inyecte su primera dosis de speedball. Hecho una porquería, sus últimos días los dedicó a pasar el tiempo "subido al caballo" con tan malas compañías y a meterse picos en los lavabos de las discotecas de moda en L.A. La noche del 4 al 5 de Marzo de 1982, en el bungalow número 3 del Chateau Marmont, aparecen Robert De Niro y Robin Williams por separado para saludar a su amigo y esnifar unas rayas con él. A ambos les da muy mal rollo Smith. La camello inyecta una dosis de speedball a Belushi y éste se va a la cama. Allí empieza a sentir frío, por lo que pide a Smith que le arrope. Smith toma un vaso de leche y escribe una carta a un amigo mientras oye ruidos extraños procedentes de Belushi. Antes de abandonar la habitación, comprueba a ver cómo se encuentra John. Está roncando  Se marchó de allí a las 10 y cuarto de la mañana. Bill "Superfoot" Wallace fue el primero que encontró el cadaver de Belushi. El día anterior, Dan Aykroyd, que acababa de escribir los guiones de Los Cazafantasmas (1984) y Espías Como Nosotros (1985) con la intención de co-protagonizarlos con Belushi, había planeado hacer un vuelo relámpago a California para sacar por las malas de ese submundo a su amigo. Demasiado tarde. Aykroyd fue a la carrera al apartamento de Judy Belushi para ser el primero en informar de la muerte de su amigo. Lo consiguió. Durante una misa celebrada dos días después de su funeral, cumplió el deseó que le formuló su amigo durante un viaje en coche por todo Estados Unidos: que el tema de los Ventures "2.000-Pound Bee" sonase a todo volumen en la iglesia.

Quien quiera leer más sobre sus orígenes en el teatro, el proyecto con Louis Malle que rodaría con Dan Aykroyd, lo poco que tragaba a Chevy Chase hasta que hicieron las paces y aspectos más positivos de su personalidad, puede comprar Como una Moto (o leer este estupendo texto de Jordi Costa resumiendo el libro a la perfección), que contó con una adaptación al cine inédita en España que uno sepa y que servidor pudo echarle un ojo. Inenarrable bodrio de 1989 donde el fantasma de Belushi es acompañado por un ángel guardian de look latino recorriendo los highlights de su vida mientras un Bob Woodward interpretado por el añorado J.T. Walsh entrevista a la gente clave en su vida. Situaciones surrealistas y dignas de un Miedo y Asco en Las Vegas (1998) de cuarta fila y golpes bajos a John Landis con el ruido de un helicóptero  mientras éste se dirige a la roulotte de su estrella recreando el incidente del puñetazo ya mencionado que tiene su colofón en un "breath for me, Woodward" que le suelta Belushi a Bob justo antes de morir. Un justo fracaso en taquilla por el que el actor que encarnó a Belushi, Michael Chiklis (!), pidió perdón al hermanísimo James Belushi cuando se lo encontró en un bar. Le aceptó las disculpas. Hay planes para un biopic producido por Todd Phillips mientras escribo estas lineas. 




***Post originalmente escrito aquí y revisado y corregido para su publicación en este blog***

miércoles, 9 de marzo de 2011

"HALCONES DE LA NOCHE": Nadie está seguro



El origen de Nighthawks (Halcones de la Noche) se basa en un guión pensado para ser la tercera entrega de French Connection (1971) y escrito por el guionista de The Warriors (Los Amos de la Noche) (1979) David Shaber. En él, Popeye Doyle (Gene Hackman) se enfrentaba a un grupo de terroristas con la ayuda de un compañero negro al que encarnaría Richard Pryor. La negativa de Hackman a volver a interpretar a Doyle dio al traste con esta tercera entrega, ocasión que aprovechó Shaber para reescribir el guión poniendo nombres distintos a los protagonistas y añadiendo nuevas situaciones. Universal Pictures lo adquirió y se lo entregó a un Sylvester Stallone que acababa de salir del gran éxito de Rocky II (1979) para que lo protagonizase. Para ocupar la silla de director se eligió al británico Gary Nelson, que venía de rodar una obra de culto como El Abismo Negro (1979). Para el reparto se eligió a Billy Dee Williams, el popular Lando Carlrissian de El Imperio Contraataca (1980), para el papel de Fox, compañero inseparable de Deke DaSilva (Stallone). Para el papel de esposa divorciada de  DaSilva se escogió a Lindsay Wagner (La Mujer Biónica). Se reservó para un papel de teniente de policía al amigo de Stallone y justamente aclamado como actor de culto Joe Spinell, que venía de rodar su proyecto personal Maniac (1980) y que con esta interpretación finiquitó su amistad con Stallone, al parecer por motivos personales. Finalmente, para ser la pareja de terroristas que aterroriza a Nueva York se eligió como Shakka a la hindú Persis Khambatta (Star Trek, La Película, 1979) y, sobre todo, para ser Wulfgar, al holandés Rutger Hauer, que tenía el prestigio de sus colaboraciones en su Holanda natal con Paul Verhoeven y que realizó aquí su desembarco en USA. Con este reparto dio comienzo el rodaje a principios de 1980.


Nada más empezar los preparativos de la película comenzaron los problemas. Gary Nelson abandonó el rodaje por diferencias creativas con los productores y, según los abundantes rumores, con Stallone, de quien siempre se dijo que le gustaba mucho controlar los proyectos en los que se involucraba y no solo en su escritura. Para sustituir a Nelson se escogió al poco experimentado y futuro artesano del cine de acción sin mayores aspiraciones Bruce Malmuth (fallecido el año pasado), pero a este le resultó imposible llegar a tiempo para el primer día de rodaje, que comprendía la larga persecución en los túneles del metro neoyorkino. Después de batallar con el Sindicato de Directores norteamericano, el propio Stallone se encargó de rodar esta escena aunque no pudo ser acreditado como director por las restrictivas reglas del sindicato. Recordaba Rutger Hauer en sus memorias All Those Moments que Stallone tenía muy controlado a Malmuth y que el verdadero jefe durante el rodaje era la estrella italoamericana., convirtiendo lo que en un principio era un thriller dramático sobre el terrorismo en una cinta de acción con mayor protagonismo para Stallone. No es de extrañar a juzgar por estas declaraciones que la química entre Hauer y Stallone fuera nula. Malas vibraciones que ayudaron a crear una lograda tensión entre sus personajes. No era solo en el aspecto interpretativo donde hubo nervios. Stallone tenía que discutir con los productores para que pudiera hacer casi todas las escenas de riesgo sin dobles, como aquella en la que tiene que estar suspendido de un cable del teleférico donde Wulfgar y Shakka tienen a un grupo de rehenes. Stallone recordó tiempo más tarde que fue una de las escenas más arriesgadas que hizo, principalmente porque el cable no se había probado y existía el peligro de que, en caso de romperse, la caída desde una altura considerable al agua fuera mortal.




Una vez en la sala de montaje, comenzó la poda de minutos. Según Stallone, afectaron a las interpretaciones de Hauer (malas lenguas afirman que por celos de Stallone) y Lindsay Wagner y se cortaron momentos muy violentos (cosa que se nota en una de las escenas cruciales de la película) que no tenían nada que envidiar a la matanza de Taxi Driver (1976). En lo único en que los recuerdos de Hauer y Stallone coinciden es que todo fue porque el estudio no tenía mucha confianza con la película, pensando que en Estados Unidos el problema del terrorismo no constituía una amenaza "real" (irónicas palabras dichas las de aquella época). No se le dio excesiva promoción a la película, estrenada el 4 de Abril de 1981 con un coste de 5 millones de dólares y que recaudó 14,9 millones de dólares en USA y otros 5 en el resto del mundo. Tuvo críticas variadas, siendo la mayoría de ellas entusiastas con la actuación de Hauer. Recuperó los costes, pero no fue el éxito que Stallone y los productores esperaban. Funcionó mucho mejor en el mercado del video y con los pases televisivos y hoy en día se la considera cinta a reivindicar por los fans de Stallone.


Lo primero que hay que apuntar, como bien se encargaron de señalar los críticos, es la enorme labor de un Hauer cuya presencia es la más recordada de la película, por delante de la visión de Stallone disfrazado de mujer para dar caza a dos delincuentes callejeros (¡). Su Wulfgar es un villano "encantador" capaz de piropear a una hermosa dependienta mientras coloca a sangre fría una bomba que hará reventar el centro comercial situado en pleno Londres, matando a niños de paso para disgusto de otras organizaciones. Esto motivará su cirugía plástica y posterior huida a Nueva York con Shakka, donde intentará demostrar a los terroristas que puede seguir siendo igual de letal. Allí se sentirá como pez en el agua vestido de traje y disfrutando de los placeres de la noche en las discotecas de moda para "niños ricos" mientras liga con azafatas de avión que acogen, sin sospecharlo, todo un arsenal de armas que oculta Wulfgar en su maleta. Hauer logra el milagro de convertir a un personaje repulsivo en alguien atractivo, con carisma y amenazador, con momentos en que su presencia gélida provoca por momentos temor al espectador al tiempo que asesina sin remordimientos a inocentes.


Aunque Hauer eclipse con justicia al reparto, tampoco hay que desdeñar la efectiva interpretación de Stallone como un DaSilva con barba a lo Serpico (1973) y habituado a arrestar chorizos y traficantes de droga junto a Fox en los lugares menos recomendables de Nueva York. Un hábitat del que ambos serán apartados a la fuerza para ser instruidos en técnicas antiterroristas por Hartman (Nigel Davenport), experto en terrorismo de la INTERPOL que sigue la pista a Wulfgar. Buena parte del metraje de la primera mitad de la película está dedicado a la instrucción de DaSilva y Fox, siendo el primero un "héroe con pasado" en Vietnam (Aquí Stallone cogió apuntes para buena parte de su futura filmografía con personajes con traumas aún por superar) que siente remordimientos a disparar donde haya gente inocente. No será su único frente abierto: También tiene mucho interés en su ex-mujer Irene (Lindsay Wagner), el elemento más flojo de la película y personaje casi perfectamente suprimible, a la que no se la da suficiente cancha debido muy posiblemente a los problemas en la sala de montaje. Lo mismo podría decirse de Fox, cuya única misión consiste en seguir a todos lados a DaSilva, pero cuya presencia se lleva con agrado gracias a la siempre agradecida presencia del generalmente desaprovechado Billy Dee Williams.

La influencia de French Connection en la película no solo se basa en su condición original de ser su tercera entrega: Planos rodados cámara al hombro, aspecto de documental en algunos momentos como la presentación de Wulfgar saliendo de la boca del metro londinense, rodaje en los lugares más sórdidos y peligrosos de Nueva York sin tratar de embellecerlos, apuesta por escenas de acción realistas y bien rodadas, escena de persecución con un medio de transporte sobre raíles como protagonista y la presencia de colabordores de Friedkin como el director de fotografía James A. Contner (A la Caza, 1980) y el operador de cámara Ricky Bravo. También es destacable la banda sonora de la estrella del rock progresivo Keith Emerson, que venía de colaborar con Dario Argento en Inferno (1980), con tonos disco y funkys que enmarcan a la cinta dentro de una época concreta. Elementos que contribuyen a hacer de Halcones de la Noche un policíaco no de las obras maestras del género en los 80, pero sí sólido y reivindicable.


Halcones de la Noche fue editada en DVD por Universal tanto en España como en el extranjero, pero con solo un tráiler como extra.


***En el año 2007 escribí este post. Un desastre escrito con toda mi buena voluntad del mundo. Cuando escribí que quería reescribir los posts antiguos de La Coctelera, me refería a esto. Espero haber rendido justo tributo a la película.***



viernes, 4 de marzo de 2011

"LAS CANCIONES QUE MI MADRE ME ENSEÑÓ": Palabra de Brando



Cuando se anunció en 1994 la publicación de las memorias de un personaje famoso por no conceder apenas entrevistas y que despreciaba abiertamente a la prensa como era Marlon Brando, los cotillas, los periodistas del corazón más basureros y demás personajes empezaron a frotarse las manos pensando en los escándalos que contaría de su vida privada, sobre todo de sus famosos problemas con sus mujeres e hijos. Para disgusto de este tipo de gente, el orondo divo les dio un corte de mangas cuando en el prólogo el escritor Robert Lindsey (que entrevistó a Brando durante días para trasladar en papel en forma de relato sus palabras) cuenta que Brando aceptó hablar de todos los temas que éste le propusiese excepto de mujeres e hijos (que aparecen casi de pasada). Para alegría de los aficionados al cine, Brando tuvo a bien contar sus experiencias en los platós, aunque Lindsey nos confiesa que el actor era reacio a esta idea (“las películas, decía una y otra vez, eran el aspecto menos importante de su vida”).


¿Por qué Brando tuvo a bien contar sus vivencias? Él mismo aclara que hace estas memorias por dinero (no cuenta que en esa época estaba arruinado después de pagar abogados a su hijo Christian, que había asesinado al novio de su hermana Cheyenne) y que gracias a las ventas del libro otros autores podrán publicar sus libros en la editorial. Pero no se preocupen: Las Canciones que mi Madre me Enseñó es un libro jugoso en anécdotas y que permite conocer mejor a uno de los mayores iconos de la historia del cine. Un libro que comienza con una infancia muy triste en Omaha, Nebraska, con un padre violento y alcohólico que hacía la vida imposible a su madre, también alcohólica, y hermanas. De ahí pasamos a su estancia en una academia militar donde sentía un gran desprecio por la autoridad y armaría de las suyas enterrando la campana que servía para despertar a los cadetes. En la biblioteca de la academia será donde leerá por primera vez sobre Tahití. Viendo lo bien que se le daba actuar en las funciones teatrales de la academia, pensó en ganarse la vida como actor. Para prepararse se fue al famoso Actor’s Studio neoyorkino, donde fue formado por Stella Adler, la cual es recordada con grandes palabras por parte de Brando, no así Lee Strasberg, que le merecía poco respeto. Tras foguearse en unas cuantas obras en Broadway y probar suerte en la televisión en directo (de la cual se "retiró" cuando en una escena en la que interpretaba a un boxeador que perdía una pelea y daba un espeluznante grito de derrota mientras se duchaba, el encargado de abrir el grifo dio máxima potencia al agua caliente. El grito fue desgarrador, pero no por los motivos que los impresionados espectadores pensaban...) llega el encuentro con Elia Kazan y Tennessee Williams, con el que se encontró en su casa mientras el dramaturgo esperaba al fontanero para que le arreglase el lavabo. Brando  llegó tarde a la cita programada, llegó a su casa haciendo auto-stop, solucionó el problema doméstico y de paso consiguió el papel de Stanley Kowalski en Un Tranvía Llamado Deseo.


El éxito de público y crítica es arrollador y Hollywood (“la Meca de la avaricia, la falsedad, la codicia, la estupidez y el mal gusto, pero si actúas en una película durante tres meses al año puedes hacer lo que te plazca durante el resto del año”) llama a la puerta de Brando, que rueda su primera película, Hombres (1950), a las órdenes de Fred Zinnemann. Elia Kazan lo llama de nuevo para actuar en la adaptación al cine de Un Tranvía Llamado Deseo y sobra decir que ahí comienza el “mito Brando”. El actor nos confía que lo positivo de la fama es el dinero, pero aparte de eso tuvo pocas satisfacciones por ser famoso. También nos cuenta sus aventuras sexuales con desconocidas, fanáticas enfermas que lo veían como a Cristo o famosas como Marilyn Monroe, de la que era buen amigo y afirma que fue de las últimas personas que habló con ella poco antes de su muerte (Brando creyó que fue asesinada, pues la veía animada). Con su compañera de reparto en Un Tranvía Llamado Deseo (1951) Vivien Leigh no quiso acostarse por respeto a su marido Laurence Olivier y en cuanto a Jean Peters (compañera de reparto en Viva Zapata, 1952) no pudo burlar las medidas de seguridad que su amante Howard Hughes montó alrededor de ella.


Los éxitos como Salvaje en 1953 (“creo que no envejeció bien”) o Julio César (1953) se suceden hasta llegar a La Ley del Silencio (1954), a la que dedica casi un capítulo entero y rememora cómo fue el rodaje de la famosa conversación en el coche, improvisada por Rod Steiger y Brando. Tras varias nominaciones, por fin gana el Oscar y, tras dudar, acepta ir a la gala. Desde entonces, cambió de opinión respecto de los premios y no recogió ningún otro, despreciando a la Acdemia y el tinglado de los Oscars. Tras unos esplendorosos años cincuenta, la taquilla le da la espalda en los 60, empezando por la única película que dirigió (previo ofrecimiento a Stanley Kubrick, Elia Kazan y Sidney Lumet), El Rostro Impenetrable (1961), una de sus cintas favoritas, en cuyo rodaje se lo pasó en grande acostándose con multitud de féminas y de cuyo montaje se desentendió, provocando que de 6 horas pasase a dos horas y media editadas por la Paramount. Sobre Rebelión a Bordo (1962) afirma que la mayoría de historias que se dijeron de que por su culpa el presupuesto aumentó y que despidió al director Carol Reed son mentira. Al menos el fiasco le permitió descubrir Tahití y, sobre todo, la isla de Tetiaroa, donde alejado de Hollywood encontraría sus ansiados momentos de paz y conseguiría disfrutar por fin de la vida. No es de extrañar que en 1966 se convirtiera en su propietario y que sólo saliera de ella para conseguir dinero actuando en películas de mayor o menor calidad. Como Dos Seductores (1964) (“la única en la que me sentía feliz de levantarme para ir a rodar”) o Morituri (1965), donde disfrutó de lo lindo con David Niven y Yul Brynner respectivamente.


 Poco disfrutó en cambio de títulos como Candy (1968), La Noche del Día Siguiente (1968) y, sobre todo, La Condesa de Hong Kong (1967) ("Fue uno de los desastres de mi carrera"), en cuyo rodaje veía cómo Chaplin era un tirano con los demás y, sobre todo, con su hijo Sidney, co-protagonista del film. A punto estuvo Brando de abandonar el rodaje, con un Chaplin yendo a su tráiler a pedirle disculpas por decirle a gritos que era una vergüenza para la profesión por llegar con retraso al plató. Chaplin no fue el único con el que Brando tuvo problemas: Darryl F. Zanuck (“parecía Bugs Bunny; sus dientes aparecían tres segundos antes que su cara”), al que puso a caldo en un restaurante por tratar mal a su hijo; Richard Burton, con el que casi se lía a tortazos en un barco de no ser por la intervención de Elizabeth Taylor tras unos comentarios racistas en estado etílico sobre los hijos de Brando; Glenn Ford, al que acusa de ególatra en el rodaje de La Casa de Té de la Luna de Agosto (1956) o Euzhan Palcy (“una testaruda neófita”), directora de Una Árida Estación Blanca (1989) pertenecen a la lista negra de Brando. De haber publicado sus memorias años después, sin duda habría incluido en su lista a Val Kilmer, que con su actitud de divo consentido en el rodaje de La Isla del Dr. Moreau (1996) provocó el despido de su director original Richard Stanley y se dedicó crear problemas para desesperación del sustituto John Frankenheimer. O a Frank Oz, con quien tuvo unos muy publicitados más y sus menos en el rodaje de The Score (2001). O a Tony Kaye, director (en teoría; en la práctica fue despedido por un Edward Norton que tomó el control de la sala de montaje) de American History X (1998) que filmó clases de interpretación de Brando que el actor tenía intención de vender por Internet y al que despidió en plena filmación por explotar el sufrimiento de una de sus alumnas rodando en primer plano sus lágrimas.


Pero no sólo de malas experiencias con otras celebridades se nutre el libro: La buena gente también hace acto de presencia, como la ya mencionada Marilyn, su compañero de reparto en Un Tranvía Llamado Deseo, La Ley del Silencio y El Rostro Impenetrable Karl Malden, Duke Wagner, profesor de interpretación en la Academia Militar que dio sus primeras palabras de ánimo a Brando, Louis Calhern, Jean Simmons, Elizabeth Taylor, el director de Los Últimos Juegos Prohibidos (1971) Michael Winner (al que ganó una apuesta sobre cómo se pronuncia la palabra "integral" en inglés; Winner no tuvo más remedio que ponerse a vender condones en pleno Picadilly Circus), Wally Cox, su amigo más íntimo y del que las malas lenguas siempre afirmaron que era "algo más" o el psiquiatra G.L. Harrington, que le ayudó a superar sus traumas con su padre. Como en el caso anterior de “detestados”, si hubiera narrado sus vivencias años después habría incluido en su lista de amigos a Johnny Depp, Sean Penn (fue invitado estrella en su boda con Robin Wright) o Michael Jackson, en cuyo rancho Neverland pasó largas temporadas. También dedica buenas palabras para Elia Kazan, del que reconoce que siempre estará en deuda con él pese a hacer lo que hizo ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Con Gillo Pontecorvo mantuvo un tira y afloja ("estuvimos a punto de matarnos") durante el rodaje de Queimada (1969) en Cartagena, Colombia, en condiciones infrahumanas, pero afirma que fue su mejor director junto con Kazan y Bertolucci. De esta película también afirma que realizó su mejor interpretación.


A principios de los años 70 y cuando parecía que su carrera en Hollywood estaba básicamente acabada, recibió un libro de Mario Puzo llamado El Padrino con una nota del escritor indicando que Brando sería perfecto para encarnar a Don Corleone en la adaptación cinematográfica que se está preparando. En un principio, el actor no está interesado. Pero la idea de interpretar a un jefe mafioso le atrae. Tras recibir todo tipo de negativas de los ejecutivos de Paramount, Brando acudió a casa de Francis Ford Coppola a hacer unas pruebas de cámara. Se peinó con un poco de queso que había por la casa, se maquilló, se metió kleenex en su boca, empezó a hablar con voz ronca,  los ejecutivos quedaron impresionados y el resto es historia del cine. Brando "resucita" para el cine y gana su segundo Oscar. Lo que ocurrió en aquella gala ya es sabido. Brando quería que un nativo americano hablase ante millones de televidentes de todo el mundo en protesta por la mala situación en la que se encontraban y allí fue la hermosa india Sacheen Littlefeather a rechazar el Oscar. Hoy en día sería impensable que un actor realizara semejante corte de mangas a la Academia. Naturalmente, los indios y otras minorías ocupan buena parte del libro, en el que Brando da sus opiniones sobre asuntos sociales y donde se relaciona con gente como John F. Kennedy (ambos se tiraban pullitas sobre los kilitos de más del otro), Martin Luther King, Indhira Gandhi o el escritor negro James Baldwin, al que conoció en Nueva York justo cuando ambos era perfectos desconocidos.


Tras el triunfo de El Padrino (1972) llega en el mismo año El Último Tango en París, cuyo guión improvisó Brando basándose en los aspectos más íntimos de su vida a insistencia de Bertolucci. Entre tanta experiencia emocional dura, un momento divertido: En una escena en la que Brando debía estar frente a la cámara desnudo frontalmente, su pene se encogió "al tamaño de un cacahuete" debido al frío que hacía en la habitación donde se rodaba. Trató durante horas de "reanimarlo", pero fue inútil. La escena se descartó en el montaje final. En otro momento, Bertolucci sugirió a Brando y Schneider que hicieran el amor sin simular, cosa que Brando rechazó porque "entonces serían sus genitales y no nosotros los protagonistas de la película".  Tras acabar el rodaje, Brando se sintió "violado en lo más profundo de mi ser" (por no hablar de Maria Schneider, que hasta su muerte se pasó maldiciendo a Bertolucci en entrevistas) y juró que nunca más se vaciaría emocionalmente en otra película. A partir de ahí, usaría la famosa táctica de cobrar muchos millones por pocos días de trabajo sin esforzarse lo más mínimo, sabedor de que su nombre aportaba prestigio a cualquier película, por mala que fuera. Una excepción a esta regla fue Apocalypse Now (1979), con un Coppola perdido en Filipinas. Brando considera espantoso el guión y lo reescribe en una caseta. Se rapa el pelo al cero, pide a los iluminadores que lo filmen en penumbras para reforzar el misterio del Coronel Kurtz y el resto también es historia del cine. Años más tarde intentaría salvar el guión de Cristobal Colón: El Descubrimiento (1992), intentando ser fiel, según él, a la verdad histórica (Colón asesino de indios) y reescribiendo su personaje Torquemada. El productor Alexander Salkind veta el guión y la película acaba siendo un desastre. Brando habla entre dientes durante el metraje y cobra 5 millones de dólares por 4 días de trabajo.


Tras todo tipo de anécdotas cinéfilas, consejos valiosos para actores, peleas con su padre, reflexiones vitales y aseugurar que a sus 70 años se divierte más que nunca, Brando llega al final del libro asegurando que estas memorias son su "declaración de libertad". Pocos momentos para la diversión le esperaban con el suicidio de su hija Cheyenne, no sin que antes acusase a su padre de todo tipo de cosas. A partir de ahí, todo fue depresiones, la venta de su isla, problemas graves con la comida ("la nevera siempre estuvo ahí en mis momentos más dificiles"), películas malas, rumores de que vivía en la ruina y un empeoramiento de su salud. Murió el 1 de Julio de 2004. Sus cenizas, junto a las de Wally Cox, fueron esparcidas por el Valle de la Muerte (California) y por Tahití, donde vivió sus momentos más felices.


***Post originalmente publicado aquí y revisado, corregido y ampliado para su publicación en este blog.***